Cuando le he dicho a mi hijo que estaba leyendo las andanzas de Pupi me relata que sabe todo sobre él. ¿Cómo surgió Pupi, buscó algún referente a la hora de configurar al pequeño extraterrestre?


Pupi es un alter ego mío. Cuando yo era pequeña tenía esa mezcla de curiosidad, ingenuidad y cabeza loquinaria. Igual que él, tenía grandísimas ideas que acababan todas en catástrofe. Además, era extremadamente sensible, por eso me pareció una buena idea mostrar las emociones y los sentimientos de Pupi de una manera muy evidente, con un botón en la barriga que cambiara de color según fueran éstos. El hecho de que sea un extraterrestre es porque así me sentía yo. Me costaba entender el mundo de los mayores: sus cambios de humor, su incoherencia, su autoritarismo y sus decisiones. Creo que Pupi me ha permitido revivir todas esas aventuras que inventaba de pequeña y conectar una vez más con ese niño que todos llevamos dentro.

 

¿Qué valores más significativos quiere que se reflejen en sus personajes para niños?

Yo detesto la literatura moralizante cuyo objetivo principal es inculcar valores al niño. Creo que la virtud principal de los cuentos y novelas ha de ser la de lograr unos personajes y unas historias potentes en las que los niños se vean reflejados y comprendidos, ya que esa identificación o rechazo de sus comportamientos y los conflictos que viven a través de ellos les ayudan a entenderse como personas, a no sentirse bichos raros, a ponerse en la piel del otro, a conmoverse, a salir de su “yo”, a conocer otros ambientes... En definitiva, a comprender un poco mejor el mundo. Los libros no deben hacerse eco de “lo que debe ser”, sino de lo que es. Pues lo único que lograremos presentándoles un mundo idílico, en el que todos son buenísimos, es frustración, ya que luego se enfrentan a una realidad que para nada es así. Un libro debe servir de catarsis a los propios sentimientos, miedos y problemas y darles elementos para esforzarse y luchar por sus sueños.

¿Es importante apostar por la imaginación que destilan sus libros y la posibilidad de correr una aventura diaria para hacer frente a las máquinas electrónicas que tanto tirón tiene en algunos niños?

En una de las ponencias que acabo de presentar en la Feria Internacional del Libro de Pekín comentaba precisamente este tema. El niño de hoy sin duda es más receptivo a los vídeo juegos que a los libros por varias razones: su tiempo está programado y organizado con múltiples actividades desde que se levantan hasta que se acuestan. Ya no existe ese tiempo eterno que el niño llenaba inventando todo tipo de juegos. Los de hoy ya no tienen que inventar nada, son otros los que inventan para ellos y viven inmersos en el mundo de las imágenes, cada día reciben un aluvión de ellas. Por eso les cuesta imaginar, fijar la atención, hacer esfuerzos, vivir hacia dentro y reflexionar. Características, a todas luces, incompatibles con la literatura, que necesita calma, introspección, reflexión, diálogo interior con los personajes… Por eso las editoriales están sacando libros cada vez más visuales, con una maquetación más próxima a los vídeo juegos y que contienen olores o sonidos. Por ejemplo, SM acaba de presentar la colección “Mis amigos de El Barco de Vapor”, donde se encuentra, entre otros, “Pupi al rescate”. Pero lo que verdaderamente alimenta la imaginación del niño son esas historias potentes y bien contadas, escritas desde uno mismo,desde el sentimiento, desde el corazón. Porque las emociones tienen un factor común a todos los seres humanos, y ese es precisamente uno de los grandes valores de la literatura, que lo íntimo es a la vez profundamente social: el mundo contiene todas las almas. En este sentido, la literatura ha sido siempre una maestra de la vida.

¿Cuáles son las razones que le inducen a escribir para los adolescentes?

Desde luego mis cuatro hijos han sido determinantes. Como también lo han sido sus amigos y mi experiencia como educadora en la Ciudad de los Muchachos. Gracias a ellos, he podido hacerme eco de su lenguaje, de sus intereses, de su mundo en definitiva. Me encanta escucharlos, charlar con ellos, ahondar en sus conflictos. La adolescencia es una edad maldita, terriblemente difícil, y yo me siento muy solidaria con esos jóvenes de hoy, víctimas de un mundo regido por las prisas y el consumismo, faltos de cariño, de personas que les escuchen y les comprendan. Por eso sienten una gran empatía con las novelas que hablan de lo que les ocurre por dentro, de su mundo interior, de sus complejos, de sus anhelos, de sus sueños, de sus emociones. Porque les ayudan a interiorizar, a reflexionar sobre lo que hacen, a liberarse de sus problemas, a identificar sus emociones, a meterse en la piel del otro y a recuperarse como personas. Pero mis hijos mantienen otra teoría. Dicen que, si escribo para adolescentes, es porque yo misma aún no he salido de la adolescencia. Y creo que no les falta razón. De algún modo conservo esa rebeldía que los adolescentes tienen ante la vida. Mi escritura tiene mucho de psicoanálisis, de catarsis. En cada uno de mis libros he ido dejando retazos de vida y he tratado de dar respuesta a todas esas preguntas que yo misma me hacía. Convivir con los distintos personajes de mis novelas, que se tienen que enfrentar a situaciones difíciles, me ayuda a sentirme más libre, menos vulnerable y me da una fuerza especial para luchar por las cosas. Una fuerza que intento transmitir al lector. Escribir es para mí un modo de poder ejercer mi condición de rebelde. Por eso creo que los jóvenes tienen un gran paralelismo con la escritura, porque escribir es, en sí mismo, un acto de rebeldía.


¿Qué impresiones tiene cuando habla directamente con sus lectores?


Para mí, el adolescente es el mejor lector que uno pueda soñar. Me han adoptado como si fuera uno de ellos. Juzgue usted mismo por los comentarios que ellos han hecho de mis novelas: “Este libro me ha cambiado la vida”, “Me he leído siete veces Maldita adolescente porque me hace de psicólogo”, “Nunca seré tu héroe ha sido el primer libro que me leí en mi vida y no era capaz de dejarlo, lo leía hasta de madrugada”. “Después de leer El poso amargo del café, me metí en una ONG para ayudar a los jóvenes a salir de la droga”. “He salido de la anorexia gracias a sus novelas de las cuatro amigas. Quería decírselo porque para mí han sido muy importantes, incluso he estado ingresada en un hospital”. Aquí te das cuenta de lo que puede llegar a significar para ellos un libro y de la responsabilidad tan grande que implica escribir para los jóvenes.

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